3 de abril, 2023
La globalización, la sociedad de la información y la innovación científico-tecnológica señalan nuevos desafíos en todos los ámbitos de la sociedad y no hay duda que están cuestionando, de manera decisiva, las bases de los sistemas de educación y formación tradicionales.
Josette Altmann-Borbón, FLACSO
Durante gran parte del siglo XX el concepto de internacionalización fue escrito, por decirlo de una forma, “con minúsculas”. Sin embargo, la globalización de la economía y de la sociedad han sido catalizadores, no sólo para las universidades, sino que también para todas las dimensiones del quehacer social. El contexto actual de la formación universitaria, influenciado por el desarrollo tecnológico del Siglo XXI, las tendencias de la enseñanza, las nuevas demandas del mercado laboral y los cambios que profundizó la pandemia, aportó nuevas visiones y oportunidades.
Existen nuevos mecanismos de interacción de la vida intra y extra universitaria de uso masivo, nuevas formas de cooperación no presenciales, y se han ajustado las estructuras universitarias a tecnologías facilitadoras de la interacción. Y, por supuesto, ha irrumpido la transformación digital con derivados relevantes para la internacionalización. Todo esto ha hecho que ésta haya ido adquiriendo así un carácter más sistémico.
La internacionalización ofrece visibilidad interna y externa y juega un papel relevante en la atracción y elegibilidad por parte de los estudiantes internos y externos. Tiene proyección a todos los ámbitos del quehacer institucional y es central para el desarrollo del postgrado, en particular, de los doctorados. Es un instrumento fundamental para la estructuración de redes y actualiza y focaliza las conversaciones intra y extra universitarias.
Pero aún puede ser comprendida en algunas universidades como un fin en sí mismo, no necesariamente vinculado a la estrategia, con un especial énfasis en el intercambio estudiantil, contabilizando muchos convenios del tipo MoU, muchos de los cuales no registran actividad, con una posición jerárquica intermedia, subsumida en las VRAs, VREs o en las unidades de desarrollo estudiantil u otras instancias. Muchas veces enfocadas a la colocación externa de estudiantes de pregrado, los que al retornar no retroalimentan el sistema.
Existe heterogeneidad táctica y estratégica, que requiere ser armonizada, marcada todavía por su génesis top down (intencionado), donde no siempre hay correspondencia entre el discurso y la posición jerárquica de los encargados en el cuadro directivo superior, así como tampoco entre el discurso y los recursos disponibles para hacerla efectiva.
Como discurso de marketing se suele enumerar largas listas de acuerdos de cooperación, claramente restringido al intercambio estudiantil presencial y con una comprensión más instrumental que sustantiva. Interesa el hacerlo, pero interesa el por qué hacerlo.
En algunas instituciones, esto puede significar, que el discurso va más allá que la estricta realidad, toda vez que se trate de acciones descoordinadas, que no constituyen un todo coherente, o bien que las aspiraciones no guarden relación con el grado de desarrollo institucional, o que los recursos disponibles sean insuficientes.
Entonces, ¿que se requiere para avanzar en la internacionalización? En primer lugar, que sea parte del ethos de la universidad, que no se sienta como algo ajeno. Que esté concebida desde la estrategia institucional y se despliegue en un contexto de una “estrategia de internacionalización”, con focos de acción, objetivos, metas e indicadores. Se necesita disponer de una estructura de gestión eficiente, con un adecuado despliegue en toda la institución, con un financiamiento adecuado y disponer de un liderazgo efectivo para su implementación, gestión y control. En definitiva, que sea una prioridad estratégica para la IES.
Considerando el contexto del desarrollo de la sociedad, las tendencias de enseñanza y las características actuales del mercado laboral, la internacionalización se constituye en un imperativo para la formación profesional.
En síntesis, es necesario lograr una comprensión estratégica efectiva por parte de las instituciones y, en el contexto de las propias instituciones, definir una estrategia de internacionalización, que reconozca las fortalezas y debilidades. Tenemos que avanzar aún más en la cooperación Sur–Sur, y construir un espacio común latinoamericano y del Caribe de la Educación Superior.
Para finalizar, quisiera hacer un homenaje a María José Lemaitre, Directora Ejecutiva saliente de CINDA, a invitándolos a reflexionar en torno a algunas de sus frases:
“Atreverse a confiar y a equivocarse. No hay cambio sin errores, las cosas no se hacen bien a la primera, pero hay que hacerlas.
Aceptar que la vida siempre tiene sentido, pero que no todos le damos el mismo sentido a las cosas – y que podemos aprender de otras maneras de entender el mundo y de darle sentido.
Aprender que, en el mundo de hoy, hacer las cosas igual siempre suele significar que se están haciendo mal”.