29 de Julio, 2020

César Miranda dedica sus energías a gestionar la participación de la Pontificia Universidad Católica del Perú en proyectos de cooperación internacional para la movilidad, creación de capacidades e investigación. Con una amplia experiencia en programas de la Unión Europea, ha trabajado en gestión de universidades públicas y privadas en Lima y otras ciudades de Perú, en las áreas de relaciones internacionales, marketing y comunicación.

Es master en gestión y liderazgo en educación por la Queensland University of Technology, Australia y licenciado en publicidad y multimedia por la Universidad Católica de Santa María. Pertenece al Grupo de Investigación y Tecnología (EDUTEC) de la PUCP y es asesor independiente en temas de comunicación en las áreas académica y de responsabilidad social.

César se define como un ciudadano global, por eso nos interesaba mucho conocer su mirada acerca del futuro de las políticas de movilidad e internacionalización a partir de la actual coyuntura en la que se encuentran las instituciones de educación superior.

Hay quienes plantean que con la emergencia sanitaria la educación superior cambiará para siempre; otros piensan que el impacto será menor. ¿Ves posibilidades de que se produzca un cambio de foco respecto de la movilidad? ¿Es posible repensar la internacionalización y sus impactos en un mundo sin movilidad o con una movilidad restringida?

La internacionalización sin movilidad no es algo que me gustaría vender si fuera yo el publicista encargado; la movilidad en educación superior tiene beneficios que van mucho más allá del acceso a cursos y contenidos. Fundamentalmente, el impacto esperado está ligado a la promoción del internacionalismo y el cosmopolitismo: el objetivo es lograr que quienes se movilizan interioricen la idea de ciudadanía global, que la incorporen a su identidad individual. Soy de la opinión de que esto se logra con más efectividad cuando hay vivencias y convivencia en el marco de la experiencia sensorial que significa viajar, ver, oler, tocar, sentir, saborear, sonreír, llorar y extrañar. La movilidad académica internacional es, en esencia, una experiencia de vida irremplazable que marca un antes y un después para la mayoría de quienes la hacen. ¿Se puede lograr eso sin movilidad?

Las iniciativas de internacionalización en casa tienen un espíritu democratizador, lo cual es indudablemente positivo sin necesidad de mayor justificación. Desde un buen tiempo antes de la emergencia sanitaria veníamos pensando en cómo fortalecer el aura internacional de nuestros campus y salones de clase para complementar los programas de movilidad tradicionales. Pero ahora, ante la imposibilidad de desplazarse y el vacío que se ha generado con esto, muchas universidades hemos comenzado a mirar con mayor atención a la internacionalización en casa, ya que por ahora es el único recurso viable.

Creo que se avecina un cambio de foco forzado, momentáneo, pero necesario, útil y justificado. La internacionalización no puede detenerse durante la crisis. Pese a los impulsos nacionalistas y al intenso cuestionamiento de la globalización y sus efectos negativos, me parece que es vital continuar con este esfuerzo. Hoy más que nunca queda claro que sin cooperación, sin una conciencia global, los problemas son mucho más difíciles de solucionar. Las universidades debemos seguir abogando por el internacionalismo. ¿Quién más lo haría si no nosotros?

Este cambio de foco es útil porque esta obligada reflexión de lo que hacemos nos dejará valiosas lecciones. Sin duda, como mínimo esto tiene que ampliar nuestro arsenal de opciones para continuar el apasionante trabajo de avanzar en la internacionalización de nuestras universidades y nuestras sociedades. La internacionalización sin movilidad no puede reemplazar a la internacionalización con movilidad, pero sí puede convertirse en un valioso complemento de espíritu democratizador. Dicho esto, me parece que la clave es hacer que nuestras iniciativas tengan un fuerte componente sensorial para alcanzar el mayor impacto posible.

Cuando pase este periodo es probable que algunas restricciones a la movilidad física se mantengan o agudicen (económicas, sanitarias, de transporte). ¿Cómo podrían afectar el alcance de la movilidad? ¿Consideras que podrían impactar en la diversidad de los estudiantes que participan de ella?

Sin duda habrá un impacto tremendo en nuestra región. Los indicadores económicos presentan un escenario muy preocupante. Se estima que la crisis borrará la última década de crecimiento económico. Esto —¿cómo no?—, afectará las posibilidades de estudiantes y docentes para movilizarse; me imagino que las cantidades de individuos movilizados se ajustará proporcionalmente a lo que fue hace 10 años, como mínimo.

En general, el acceso a educación superior ya se está reduciendo y, por ende, la diversidad de estudiantes ya se está viendo afectada. Es una consecuencia triste, pero de lo más previsible en este punto. Nuestra región, que sin pandemia ya era la más desigual del planeta, verá incrementados los índices de pobreza, desempleo y acceso a servicios. Está crisis no hace más que acentuar furiosamente los problemas sociales que ya teníamos.

Lamentablemente, me parece que la movilidad internacional será un reflejo de esto. Los estudiantes que tenían pocas posibilidades de hacer una movilidad por motivos económicos, ya ni se lo plantearán como una opción. Los que podían sin sobrarles nada, ya no podrán; y los que sí podían, se lo pensarán dos veces. Pienso que la diversidad de los estudiantes se reducirá pese a cualquier esfuerzo que podamos hacer desde las universidades. Pero debemos redoblar esfuerzos para aminorar esta pérdida.

Las formas no tradicionales de movilidad se han potenciado en los últimos meses. ¿Consideras factible que esa articulación de emergencia se proyecte en un diseño más estratégico, que ayude a atenuar los efectos socioeconómicos de la pandemia y que permita atender a una mayor diversidad de alumnos?

Si hablamos de garantizar el acceso a educación superior, la educación no tradicional, virtual o híbrida, nacional o internacional sí debe ser considerada como una opción trascendental que tiene que ser incorporada a las políticas y estrategias de las instituciones de educación superior y de los organismos estatales que formulan los sistemas de educación superior. Luego de la reciente implementación de emergencia han quedado datos y lecciones importantes que deben informar las decisiones que se tomen para avanzar en este campo.

Si hablamos de movilidad no tradicional, movilidad virtual, de periodos más cortos, co-enseñanza y otras, me parece que debe ocurrir algo parecido, aunque no tenemos muchos datos en la mayoría de universidades de la región. Es decir, no hay datos que validen la efectividad de estas iniciativas y, en consecuencia, debemos pensar muy bien lo que se hará. Seguramente habrá errores, pero se aprenderá de ellos. Definitivamente concuerdo en que cualquier implementación futura debe tener un diseño más estratégico.

Lamentablemente, está claro que la pandemia y las múltiples crisis que ha originado tendrán efectos prolongados, por lo que debemos estar preparados para brindar alternativas a la movilidad que sean sustanciales. Las universidades hemos comenzado a ver a nuestras instituciones amigas más cercanas para explorar nuevas posibilidades internacionales. Eso debe continuar y fortalecerse, pero no debemos ir a ciegas. Toda estrategia necesita datos, evaluación y ajustes.

Sin embargo, como mencioné antes, los efectos socioeconómicos son dramáticos ya. Con eso en mente, cualquier cosa que podamos hacer para aminorar la inequidad en acceso a oportunidades que ya está teniendo lugar, será valiosa. Si esto se hace con una estrategia detrás, se incrementan las posibilidades de tener éxito.

La movilidad en América Latina tiende a orientarse a Europa y América del Norte, debilitando los flujos de intercambio dentro del continente. ¿Cómo se pueden reformular las políticas de movilidad en la región para que sus sistemas universitarios se fortalezcan en ese aspecto?

A mi juicio, el hecho de que haya poca movilidad interuniversitaria entre los países de nuestra región no es más que un reflejo de la poca integración que existe en general entre nosotros. La región no ha podido nunca tener una organización internacional de integración exitosa, ni sostenida en el tiempo. Los factores que explican esa realidad son variados y muy complejos. Se relacionan con los incentivos, con nuestra historia, con nuestras identidades, con nuestra cultura, con influencias externas y otros aspectos.