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19 de abril, 2022

Este nuevo contexto de cambio global exige que las instituciones de educación superior cuenten con una alta capacidad de adaptación y cumplan un importante rol público, que aporten a una sociedad sustentable, con el respectivo cuidado a la naturaleza y que promuevan estos valores en todo su trabajo académico.

En diciembre de 2019 el mundo cambió: se declaró la pandemia del Covid-19, que en los siguientes dos años produciría más de 5,3 millones de decesos. Además de sus devastadores efectos sanitarios, esta pandemia puso de relieve los problemas sin resolver de la educación superior en América Latina y el Caribe, como la inequidad y las dificultades en los ámbitos del acceso, el financiamiento y la calidad de la educación, impactando en los distintos actores del sector.

Según las estimaciones de UNESCO-IESALC[1] el cierre temporal de las universidades en este periodo afectó aproximadamente a 23,4 millones de estudiantes de educación superior y a 1,4 millones de docentes en América Latina y el Caribe; es decir, más del 98% de la población de estudiantes y profesores de la región.

Para responder a este escenario, la mayor parte de las instituciones trasladaron sus actividades hacia una modalidad no presencial de emergencia, sin la debida preparación y sin los apoyos pedagógicos y los recursos bibliográficos adecuados a las necesidades reales de sus docentes y estudiantes.

La respuesta de la educación superior a la emergencia

Esta adaptación aceleró la llegada de una «nueva era del aprendizaje» para las universidades. La exigencia de una transformación digital casi inmediata de las instituciones de educación superior requirió la incorporación de tecnologías, la creación y modificación de procesos y la incorporación de técnicos y profesionales con las capacidades y habilidades necesarias para la implementación y desarrollo.  Por otro lado, la emergencia desafió a los docentes a encontrar soluciones creativas e innovadoras, actuando y aprendiendo sobre la marcha, demostrando su capacidad de adaptación y flexibilizando los contenidos y diseños de sus módulos en las distintas áreas de formación.

En este proceso, las fórmulas tradicionales de educación a distancia – aquellas en las que el profesor imparte una clase transmitida en directo y que puede ser recuperada en diferido– parecían ser las más valoradas por los estudiantes, debido a que eran las que mejor reproducían la dinámica a la que estaban acostumbrados. En cambio, aquellas metodologías que transforman y que exigen que los estudiantes salgan de su zona de confort sin entrenamiento previo fueron menos valoradas.

Algunas reflexiones

A partir de la experiencia acumulada en estos últimos años, resulta evidente que las clases expositivas por sí solas no serán suficientes para mantener la atención de los jóvenes. Sin duda los estudiantes valoran aquellas metodologías que suponen un mayor grado de interacción entre ellos y los docentes.

Por ello, es indispensable incorporar nuevas estrategias pedagógicas que incorporen con mayor énfasis tecnologías, herramientas y recursos interactivos que acorten la brecha entre la modalidad de enseñanza presencial y la virtual, y para cumplir esa tarea requeriremos de docentes capaces de interactuar con los estudiantes tanto en el ambiente presencial como en el virtual.

Por otro lado, aunque vivimos –como efecto de la pandemia– un periodo de constantes cambios en las modalidades docentes, los diferentes rankings mantienen los criterios e indicadores tradicionales para evaluar a las universidades. Es necesario que la educación superior impulse una adecuación de los criterios de evaluación a este nuevo escenario, revisando la estructura de títulos y grados y los criterios y estándares de acreditación, y considerando las metodologías de enseñanza híbridas y las nuevas formas de relacionarnos en la actividad investigativa, con los estudiantes, las comunidades y los territorios.

Este nuevo contexto de cambio global exige que las instituciones de educación superior cuenten con una alta capacidad de adaptación y un importante rol público, que aporten a una sociedad sustentable, con el respectivo cuidado a la naturaleza y que promuevan estos valores en todo su trabajo académico.

En el ámbito de los planes formativos, por otro lado, resulta indispensable diseñar estrategias centradas en las personas, con rutas de progresión y trayectorias formativas definidas, considerando altos grados de flexibilidad y articulación y garantizando la pertinencia en materia de títulos y grados universitarios.

Es necesario que las universidades potencien su rol público, generando un impacto económico y social que apunte al mejoramiento de la calidad de vida de las personas y constituyéndose en un actor relevante en la construcción de las nuevas sociedades que emergerán de este periodo de transformaciones.

Es momento de actuar: universidades en movimiento

La crisis sanitaria sin duda aceleró algunos procesos, tanto a nivel tecnológico como institucional y pedagógico, que creíamos que se implementarían más gradualmente. Sin embargo, también podríamos pensar que la adaptación educativa de la educación superior ocurriría de todas formas. En el actual contexto, los sistemas educativos estamos siendo demandados a  revisar nuestras metodologías de enseñanza, aprendizaje y evaluación, así como a asegurar las capacidades de los distintos actores del sistema educativo para desarrollar una acción pedagógica basada en nuevos recursos tecnológicos.

Estamos frente a una gran oportunidad para repensar nuestros compromisos institucionales y rediseñar nuestras estrategias de manera anticipada y proyectiva, de modo de avanzar decididamente hacia la sociedad y el sistema educativo que queremos. La velocidad de las transformaciones a las que nos hemos visto enfrentados ha transformado a la capacidad de la educación de anticiparse, adaptarse o definitivamente reinventarse en un factor crucial, exigiéndonos construir sistemas flexibles, adaptables e inclusivos, capaces de responder a un entorno dinámico.

Por último, no debemos olvidar que no hay una sola respuesta correcta. Nuestras soluciones deberán construirse sobre un análisis abierto y consensuado, basado en el contexto y la evidencia y –al mismo tiempo–articuladas de manera pertinente en el momento de implementarse, evaluando sus impactos y posibles resultados.


[1] Jiménez Guerra, Yaima, & Ruiz González, María de los Ángeles. (2021). «Reflexiones sobre los desafíos que enfrenta la educación superior en tiempos de COVID-19». Economía y Desarrollo, 165 (Supl. 1), e3. Epub 21 de enero de 2021. Recuperado en 19 de enero de 2022, de .