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Luis David Prieto, Vicerrector Académico de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y coordinador de la Red VRA de CINDA.

30 de noviembre, 2022

Luis David Prieto, Vicerrector Académico de la Pontificia Universidad Javeriana y coordinador de la Red de Vicerrectores Académicos de CINDA, entregó un mensaje a los participantes del segundo encuentro de la Red VRA del año, destacando cómo el grupo es un aporte a los desafíos actuales en educación superior que enfrenta nuestra red.

Es muy grato podernos encontrar hoy, a pesar de las limitaciones de la modalidad, para renovar los vínculos de confianza, de amistad y de colaboración que han caracterizado el modo de proceder en esta Red de Vicerrectores Académicos, y que a partir de nuestros diálogos y proyectos nos ha permitido  construir entre todos un importante horizonte, tanto inspirador como orientador, que ha sido esencial para repensar nuestras opciones educativas en medio de exigentes momentos como los que hemos tenido que afrontar en los últimos dos años.  

Esta cultura del encuentro y de la colaboración tienen también un especial sentido y significación para abordar una nueva transición, esta vez, la del regreso presencial a los campus universitarios, que nos invita a reconocer la importancia que tienen los lugares en los cuales se desarrollan las experiencias de aprendizaje y como este, se expande en términos de una espacialidad específica: edificios nuevos y antiguos, espacios compartidos llenos de vida y conversación, así como espacios de contemplación y silencio.

En este sentido, la transición que vivimos nos propone dar un sentido renovado a la socialización como parte sustantiva de la experiencia universitaria y que se encuentra atravesada por las relaciones que se despliegan no solo al estar corporalmente en un salón clase, sino al recorrer la universidad y participar de sus encuentros deportivos y culturales; participar de pequeñas conversaciones en corredores, cafeterías y en el descubrir espacios y consolidar amistades.

Antes, el encuentro era recordado con nostalgia, hoy nos abocamos nuevamente a él asumiendo nuevos aprendizajes pero también afectaciones y desafíos que se manifiestan después de un largo período de confinamiento, cuyas consecuencias finales no se han revelado completamente y que hasta ahora estamos empezando a comprender.  

Esa experiencia del encuentro y del tiempo alterado nos conecta también con desafíos de la convivencia juntos, que superan la armonía y se conectan con nuestra trayectoria cultural, especialmente nuestros modos de asumir la diferencia, la oposición, el desacuerdo. Pero más importante aún es la coexistencia exacerbada de nuestra experiencia en dos planos o dimensiones simultáneamente: la presencia física y virtual. La postpandemia nos hizo perder el extrañamiento con esta realidad. Es cada vez más normal tener una reunión presencial, mientras, al mismo tiempo respondemos un correo electrónico, pagamos una factura desde nuestra cuenta de ahorros y programamos una visita a un familiar por medio de una red social. Es igual de normal la des-localización de nuestro hacer: realizar algunas tareas de nuestro trabajo en un lugar diferente a la oficina. Y a su vez, nuestra dependencia incrementada de la conexión a internet para proyectar nuestras acciones en diferentes esferas de la vida cotidiana.

Estos cambios, aunque conservan el sentido y trayectoria de lo que veníamos viviendo como sociedad durante los últimos años, aumentaron en velocidad y en la profundidad de sus efectos. Esto nos obliga, como universidad, a responder de manera decidida con, al menos, cuatro acciones concretas:

  1. Una oferta académica flexible, que garantice a los estudiantes explorar y enriquecer sus intereses, pasiones y expectativas. Esta oferta se concretará en diversas rutas formativas, cercanas al mundo de las certificaciones y que permitan tiempos formativos dentro y fuera de la universidad, en el nivel local, nacional e internacional
  2. El diseño de currículos y estrategias pedagógicas que pongan de manifiesto para los estudiantes la pertinencia de las habilidades y conocimientos adquiridos, para la solución de problemas y participación en su entorno. 
  3. La articulación universidad, familias y sociedad, para favorecer la corresponsabilidad en la formación integral de los estudiantes.
  4. La formación a lo largo de la vida, en ciclos cortos, a los que se acceda con mayor frecuencia y que permitan la adquisición de competencias para el desempeño de profesiones y oficios. Esa formación podrá ser impartida y recibida en cualquier lugar.

En este sentido, quiero resaltar que desde el trabajo de nuestra red de vicerrectores hay una recopilación maravillosa de experiencias y buenas prácticas, así como proyectos concretos como TAEE, a través de los cuales se proponen rutas para acelerar la reflexión de nuestros modelos educativos pensados especialmente desde el aseguramiento de aprendizajes y los cambios en los sujetos educativos. Desde allí encuentra sentido el tema central de nuestra reunión: la evaluación de aprendizaje

No me quiero ampliar más. Deseo plantear una última reflexión: el gran reto es la necesidad creciente para la universidad contemporánea de pensar el futuro. Si en el pasado los académicos desde el renacimiento hasta la modernidad nos dieron claves de comprensión sobre los hechos por venir, hoy en día con mucha más urgencia deberán, interpelando los campos culturales de la especie humana, darnos pistas para convivir en un mundo en conflicto, sin perder la esperanza de una casa común aún posible y éticamente aceptable.