"Sin duda, María José Lemaitre está en el origen mismo del aseguramiento de la calidad en Chile"
"María José fue clave en instalar la conciencia sobre el sentido de la acreditación en Chile"
18 de abril, 2023
María José siempre ha tenido la rara capacidad de aunar perspectivas – política y técnica – con una visión de largo plazo. A propósito de su trabajo en CINDA, pudo advertir la necesidad de modernizar la gestión de las universidades chilenas y la dificultad de hacerlo sólo desde su interior. Supo reconocer tempranamente un modelo plausible e innovador (avanzado por Herbert Kells) que combinaba la capacidad interna de un diagnóstico para la mejora con la necesidad de una validación externa, en una época en la gestión universitaria ni siquiera existía como tal en el país. Supo identificar a actores relevantes y forjó con ellos una alianza estratégica que hizo posible el temprano desarrollo de la acreditación en Chile, cuya morfología ha cambiado mínimamente en tres décadas. Al mismo tiempo, fue capaz de comprender que el diálogo de actores nacionales y expertos extranjeros era clave para cimentar la legitimidad técnica del modelo y de ahí su insistencia en multiplicar y ampliar estas conversaciones a través de conferencias, coloquios y seminarios internacionales.
La introducción de un marco legal para el aseguramiento de la calidad de la educación superior en Chile es quizás el legado más visible y permanente de María José. Él ha dado lugar a la profesión del AC y a una cultura de la evaluación (y de compartir buenas prácticas) que aúna y define las identidades y praxis de una cantidad significativa de profesionales en nuestras instituciones de educación superior. Con todo, su introducción no fue nada de sencilla y tomó más de una década de consideración sectorial y análisis legislativo. Es aquí donde la genialidad estratégica de María José hizo una gran diferencia.
En vez de invertir toda su energía en una discusión de un modelo conceptual con actores interesados, apostó por construirlo desde la práctica. Para existir, el sistema de acreditación debía emerger y validarse desde el quehacer de las universidades y no de la incierta implementación de un texto legal abstracto, como había sido – hasta entonces – la tradición legislativa chilena. Así, los pilotos de acreditación programática (de pre y posgrado) y, luego, de acreditación institucional permitieron el desarrollo de un modelo de evaluación que funcionaba en los hechos y era producto de un diálogo con los actores sectoriales más importantes, que comienzan a ser sus principales promotores al poco tiempo. Astutamente, ella también se dio cuenta que trabajar con las universidades más prestigiosas alineaba el prestigio que ellas tenían con los resultados de la acreditación. Y, al poco tiempo, otras instituciones se sumaron entusiastas a estas experiencias piloto en búsqueda de ese prestigio que se volvió tan importante en la cerrada competencia por estudiantes que caracterizó las tres décadas de mayor expansión continua de la matrícula terciaria que Chile haya vivido. Por todo esto, es muy difícil pensar que la acreditación existiría en Chile si no hubiera sido por María José Lemaitre.
María José ha sido una gran líder y una sagaz política. No se contentó con el desarrollo local del aseguramiento de la calidad para la educación superior chilena sino que también lo exportó a toda Latinoamérica y muchos otros países en vías de industrialización. Incansablemente, tejió redes expertas internacionales y su liderazgo fue reconocido más de una vez. Fue presidente de INQAAHE y de RIACES, las principales asociaciones de agencias de aseguramiento de la calidad en Latinoamérica y a nivel global. De ahí su salto natural a ser consultora recurrente de la UNESCO y la OECD, desde donde insistentemente contribuyó a la identificación y diseminación de buenas prácticas entre países y entre sistemas de aseguramiento de la calidad. La suya es una trayectoria poco común – pero muy influyente – para entender la configuración del tratamiento de la calidad universitaria en décadas recientes.
Desde que la conocí, María José siempre ha sido una viajera incansable, una que no mira con espanto los aeropuertos, las multitudes y los dutyfree. Siempre me pregunté cómo era capaz de soportar tantas noches en aviones atiborrados y luego llegar a trabajar intensamente a la mañana siguiente como si nada hubiera pasado. Sólo con el tiempo me di cuenta que tenía una estrategia muy personal para volar. Una que implica seguir una secuencia de hábitos que le permitían evadirse de tantas incomodidades con ese carácter tan suyo.